Artista: Salvador "El Negro" Ojeda
Álbum: Colores de mi país
Año: 1986
Género: Bolero, Huapango, Son
País: México
Fuente de análisis: LP original (1986), Fonarte Latino [-]
Lista de canciones:
LADO A
1. La calandria
2. Piénsalo bien
3. Toro zacamandu
4. Albur de amor
5. La Bruja
LADO B
6. Caña brava
7. Un poco más
8. Xochimilco
9. Réplica del caminante
10. El cascabel
11. Golondrina consentida
Músicos en las notas del disco.
Producción: Salvador Ojeda - José Ávila
Sobre el disco (por Federico Arana. Del diario Las Horas Extras, 1986):
La tercera es la vencida, dice el dicho, y, al menos por lo que toca a la producción disquera de Salvador Ojeda, la sabiduría popular acierta. Y es que, por muy bueno que sea el cantante, y en esto Salvador tiene mucha tela de dónde cortar, la prudencia le aconseja no meterse en camisa de once varas. El caso es que el nuevo disco del Negro Ojeda, Colores de mi país, es haciendo a un lado la mezcla, un acierto.
Las piezas que lo integran pertenecen a la parte más natural del amplio espectro interpretativo de nuestro correoso y oscuro Orfeo Ojeda. Claro que al decir oscuro me refiero a la mera pigmentación de la piel. La aclaración viene a cuento porque en la cultura occidental lo negro y lo oscuro tienen siempre connotaciones negativas. Y no sería raro que el melómano, el coleccionista de discos o el simple mortal que de vez en vez busca un disco para ponerlo a la hora de la melancolía o en la sabatina pachanga, no sería raro, decía, que algunos de estos personajes se sintiera abrumado y aun angustiado ante la idea de adquirir discos de un negro tan negro como el Negro Ojeda.
En tal caso hay que apresurarse a decir que no es esta negrura la que Jung visualizaba como el lado sombrío de la personalidad. Nada más alejado de la realidad que imaginarse al que nos ocupa como un negro vinculado al mal o a la traición, a las tinieblas primordiales, al infortunio, al desorden absoluto, a la pasividad definitiva, al duelo, a la renuncia a las tentaciones del mundo, a las mismas oceánicas, a la caída sin retorno o al paraíso perdido. No, se trata de un Negro brillante y cálido, fértil y buen consejero -casi tan bueno como su amigaza la noche- que habrá de traer gozo y sosiego al alma de quienes estén pasando las negras.
El nuevo disco de Salvador Ojeda es, de hecho, una especie de bálsamo para el espíritu y a bien seguro que los musicoterapeutas lo recomendarán ampliamente lo mismo para reducir la hipertensión y el estrés que para combatir las molestias de los aigres calaos o las neurodermatitis crónicas. También resulta ideal para remedio de quienes se hallan afectados por el síndrome de Guarany y por el terrible mal de Cabral.
Ya en serio, Colores de mi país es un disco cálido, sabrosón y brillante en que destaca la labor de los arreglistas, especialmente el trabajo de Diego Herrera -más pulido en La Bruja-, de Santiago Ojeda y hasta de Judas Esquirolote. Pero acaso lo más atractivo de este acetato sea su carencia de pretensiones intelectuales, de mesianismos y de rollos. Es un disco ideal para acercarse a un Negro Ojeda de carne y hueso con un buen pedazo de pescuezo, tal como se ha mostrado en las noche de bohemia sin cuento que lleva vividas: mil y una por quinquenio. Empezó a tomar vuelo hacia fines de los cuarenta, de manera que puede usted echar cuentas.
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Muchas gracias por compartir!
ResponderBorrar¡Muchas gracias! ( ´ ▽ ` )ノ
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