Artista: Carlos Arellano
Álbum: Canciones domésticas
Fecha: 29-enero-1987
Género: Rock, Folk rock
País: México
Fuente de análisis: LP original (1987), Pentagrama [LPP-055] + CD reedición (1994), Pentagrama [PCD-055]
Lista de canciones:
LADO A
1. Rockanrolas domésticas
2. Nunca dejaré que te vayas
3. Preguntando desde un octavo piso
4. Damnificado del corazón
LADO B
LADO B
5. Ella lo ama, él también
6. A la caza de los dragones
7. Canción para Aleida
8. Enamorado de una frívola estrella
- Pistas adicionales de la reedición en CD (1994):
- Pistas adicionales de la reedición en CD (1994):
9. Urbana receta
10. Nuestra generación no sabe escribir cartas
10. Nuestra generación no sabe escribir cartas
Músicos:
Carlos Arellano - voz, guitarras
Olinto Montiel - requinto, coros
Jesús Romero - acompañamiento, segundo requinto
Luis Benítez - bajo, coros
Armando Salgado - bateríaCarlos Arellano - voz, guitarras
Olinto Montiel - requinto, coros
Jesús Romero - acompañamiento, segundo requinto
Luis Benítez - bajo, coros
Alberto Kuri - guitarra, coros
Sobre el disco:
Allá por el 87 trabajaba en la UNAM. Andaba por el campus, vi a lo lejos una carpa mediana y me acerqué. Estaban unas personas, unas quince sillas, otras pocas gentes y un cuate flaco; el pelo largo, con una guitarra eléctrica y un pequeño amplificador. Invitaban a quedarse a escucharlo, entre ellos, una chica ofrecía la venta de el disco. Campeaban aún los vinilos o LP’s. Me quedé a escuchar y el cuate solo, con su guitarrita eléctrica comenzó a cantar los materiales que contenía el LP. Tal vez estábamos 10 ó 15 personas a los que se nos acercaba la chica muy atenta ofreciendo los discos y dos metros más allá el compa prendido con la guitarra, cantando sus rolas.
Total que era el mismísimo Carlos Arellano, afable, ligero, por su pinta, ni remotamente parecía rock-star, pero si sonaba a rock puro y duro, aunque fuera solo una guitarra eléctrica con 10 watts de amplificación, lo cual me hacía pensar, no es lo duro sino lo prendido lo que vale en el rock, y la vecinita de la silla de al lado me decía, “Que bien toca. Sus letras no son las letras comunes de los grupos actuales, te dicen cosas cotidianas, pero cercanas al sentimiento básico, ese que pocas veces dejamos salir”. Yo no entendí bien (en ese momento) supongo que la chava era de filosofía o alguna carrera afín. A fin de cuentas era sólo un buen músico diciendo cosas personales, que por serlo, a cualquier individuo con buen ánimo para sentarse y escuchar más-menos atento, le llegaba el mensaje. Yo por supuesto que comencé a olvidarme de la música, de la tocada-concierto (10 gentes y un solista con guitarra eléctrica) y de todo, solo observaba atentamente lo que decía la chica y pensaba, es preciosa, jamás me hubiera imaginado que conocería a una mujer tan hermosa en un concierto masivo. Porque además ya hacía muchos años de haber asistido a un concierto de rock.
Ella volvió a mirarme y me preguntó que, qué pensaba de lo que decían las letras de las canciones de Carlos. Para esas alturas ya sabíamos que se llamaba Carlos, se apellidaba Arellano, que venía de Puebla y que era su primer disco, pero a mí ya no se me quedaba nada en la cabeza, solo la imagen de la hermosa chica de al lado. De repente llegó un güey y simplemente la tomo del brazo, ella dio un vistazo a mis ojos que comenzaron a cristalizarse, me dijo “Hasta luego”, se paró y se fue con ese güey. Chale… Para esas alturas ya había terminado el concierto y el Carlos iba de silla en silla ofreciendo los discos. Un buen concierto, sobre todo porque apenas comenzaban nuevamente a hacer tocadas en México. Habían pasado ya 15 años de la última a la que fui allá por Valle de Bravo.
Le compré un disco, con él bajo el brazo pasé frente al edificio de filosofía, y recordé al amor perdido, pero llevaba la banda sonora de ese efímero amor. Cuando llegué a casa puse el disco y entendí todo, se me reveló el porqué de la plática con la chica hermosa, y no paré de escuchar el disco hasta que comenzaron a perder el volumen algunas rolas.
Para esos entonces ya estaba en pleno apogeo el Tianguis del Chopo, y se alejaba de a poco el folclore latinoamericano. Comenzaba a disiparse la solidaridad que se ofreció a las luchas latinoamericanas que llegaron a nuestro país en los 70’s, sirviendo curiosamente al gobierno mexicano para sustituir esas aparentes nubes de revolución sonora y que habían borrado del mapa por casi 15 años al rock mexicano.
Pero ¡oh! gracias a la benevolencia de la industria musical, y vía convenios no escritos, el gobierno comenzó a permitir eventos masivos y por esas fechas llegó a México un grupo llamado Soda Estero que no tocaban mal los rockanroles, pero si eran el pececillo dorado que permita vender la pecera. No malos, con letras más-menos metafóricas y sonido medio impactante. Pobres de nosotros, que todavía teníamos el recuerdo de los pinches amplificadores de Avándaro, que si no es mal recuerdo, eran como de 100 watts y se escuchaban poco más allá del cantante y nosotros solo oíamos, algo así como brrrrrrrmmmmm “Avan- brrrrrmmmm –darooooo” brrrrrrmmmmm “Mari- brrrmmmm Mari- brrr –guana” brrrrr…(los “brrrrrrr” son Hum y retroalimentación muy usual en esos ayeres).
Pero no. Eso había cambiado, ahora comenzaban los conciertos en este país de jóvenes mal portados. Me parece que en ese año comenzó a sonar una campaña llamada ROCK EN TU IDIOMA donde gran cantidad de grupos argentinos y españoles vinieron. Y a algunos mexicanos les dieron el honor de ser taloneros (sería porque no les llegaban ni a los talones a los grandes músicos que nos invadieron, perdón que nos visitaron).
Y pa’que no digan que es por mala leche, sólo hago una reflexión. Curiosamente los individuos que organizaron Avándaro, fueron fulanos que aún hoy, ya muy viejitos son ejecutivos de Televisa, sólo se me ocurre pensar que después de una gran sequía de eventos y el desarrollo del rock en el mundo, los mexicanos estábamos listos para consumir lo que fuera y pagar lo que fuera, por asistir a un evento de rock.
No olvidemos que en los primeros eventos que se hicieron en los 80’s participaban músicos exclusivos de televisa, (no soy mal pensado eh), gracias a ellos pudimos tener una vida de conciertos en México… (revisen la historia) Timbiriche, Vicente Fernández, Soda estéreo, Emmanuel, los Hombre G, fueron de los primeros que tuvieron sus magnos conciertotes.
La historia nos cuenta que en 1983, asistieron al Estadio Azteca (el Coloso de Santa Úrsula) 100 mil personas a ver a el grupo del momento “Los Panzas”, perdón Los Menudo (es que acá en el chilangazo no le decimos menudo a la pancita).
… ¿Y entonces comenzó a fluir la cultura rockera ??? mmmhhh… Fueron la industria internacional de discos y televisa en nuestro país quienes promovieron esto y además obtuvieron los beneficios de la venta de los discos y los conciertos masivos (muy listos).
Es decir la maniobra fue esta:
Tres movimientos básicos y estratégicos, en la realización de los eventos se conjuntan, por un lado la industria de la música, que trae los grupos y la producción de discos, y acá Televisa arma la producción televisiva, los eventos y además, el negocio de la promoción de todo el material. Arman el evento, lo promocionan, y además usufructúan los derechos de transmisión.
Pero no es ardor, así fue que las clases medias pudieron disfrutar de la buena cultura musical.
Y como lo mencioné antes, los pinches pobres rockeritos clase baja también tenían su lugar…
El tianguis del chopo, que aunque solo era un ente moral, también fue perseguido. ¡Cómo carajos no! Regresando (luego de un instante de envidia)… a la clase media ochentera del D.F. (así le podíamos decir en esos entonces al CDMX ??) perdón me perdí un poco…., pero… bueno, llegamos a un lado de la estación de trenes Buenavista y… ¡tómenla cabrones! También teníamos nuestro lugar, a donde se podía comprar rock, del bueno, (sin tirar mala onda a los vecinos del Coño Sur y de la Madre Patria), encontrabas Led Zeppelin, LeOrme, al Hendrix, el Van Der Graaf, y caminando un poco encontrabas a unos güeyes vendiendo quesque rock nacional, ¿te caí… qué hay? Y me encontré nuevamente con el LP de Carlos Arellano, y me volvió el buen humor de cuando lo vi, cuando asistí al gran evento de 10 personas a escuchar tal vez a unos de los músicos más netos que he conocido, el tipo no llego a ser un rockstar, dudo mucho que algunas vez se haya aventado del balcón de un hotel de paso a un chapoteadero, pero sí, un músico que no deja de componer rock, canciones (ya luego lo pusieron con los rupestres, pero su corazón es roquero de pura Cepa). Por otro lado desde mi punto de vista es el tipo de músico que dignifica el oficio, por entrevistas a los diversos rockeros del mundo casi todos mencionan que entraron al rock para conseguir dinero y chicas. Probablemente los progresivos y los feos no tengan esta premisa, pero…
Pero resulta que el Carlos comienza en los 70’s a tocar en grupos y componer canciones y así vivirá hasta su actual momento. A sus 62 años sigue componiendo, tocando, sin ser un pinche rock-star ni un músico vendido al sistema musical industrializado, generador de esa plasta inocua, inodora e incolora llamada pop (cuando inicialmente el rock era pop, por popular, era el rock de la banda) no este cadáver dulzón que encanta a los chicos.
Vaya mi agradecimiento al Carlos por su aporte a dignificar el oficio de músico y a la música mexicana.
(Y no lo olviden, si tienen una lana y encuentran un disco del Carlos u otros músicos mexicanos creativos y les gusta, cómprenlo, o asistan a sus presentaciones, eso ayuda a que los músicos decentes sobrevivan decorosamente)
Ahora unos extractos de entrevistas tomados de aquí y de allá, muy informativos.
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Carlos Arellano: las pasiones de un músico para “sacar el día”
Carlos Arellano: las pasiones de un músico para “sacar el día”
CulturaFeb 12, 2014
Xavier Rosas
@wachangel
“Aquí nomás estoy de paso, sólo vine a trabajar; aquí nomás volando bajo y con mi pensamiento allá”, dice una de las rolas del compositor mexicano Carlos Arellano. En una charla con Lado B, taza de café incluida, cuenta cómo ha sido su vida desde que decidió dedicarse a la música y las dificultades que ha sorteado. Su pasión se divide entre un horno de pan y los arpegios rockeros de su guitarra, labores que alterna para “sacar el día”.
Al hablar de su faceta como trovador, fenómeno musical con el que se le ha identificado en Puebla, responde instantáneamente que él se siente “más rockero que trovero”, al tiempo que sonríe y asesta el golpe final a su frase “a mí me da muchísima hueva la trova”.
Rockero, blusero, panadero, cocinero y burócrata son los oficios que ha desempeñado y que han hecho que en Puebla se conozca el nombre de Carlos Arellano, en ocasiones como un fantasma que recorre el Barrio del Artista.
Un difícil camino: la música.
Reportero (R):¿Es muy dificultoso dedicarse a la música?
Carlos Arellano (CA): Pues es muy dificultoso. Por ejemplo, siempre he llevado en paralelo a la parte musical diferentes actividades que me permitan sacar el día. En algunos momentos ha sido andar de burócrata cultural, estuve casi diez años en esas, en la Secretaría de Cultura y un tiempo en el Instituto Municipal de Arte y Cultura, y otra de las actividades que también he realizado desde hace mucho tiempo es el asunto de la panadería y la venta de comidas.
Esas dos actividades son apoyos muy buenos para mantener este rollo de la música; hay rachas donde la música pide más tiempo y ofrece más lana, pero son sólo rachas.
R: La panadería, ¿cómo llegas a ella, cómo se llama tu panadería?
CA: No tiene nombre porque resulta que nosotros hacemos pan y lo vendemos en diferentes lugares; es decir no hay local, y parte del proyecto que traemos es hacer un local para su venta.
Según las temporadas vendemos pan, hago pan tipo europeo, panes integrales de diferentes granos; siempre en las navidades nos inventamos cosas y vendemos para esas fechas baguetes, pays.
“Digamos que los últimos diez años de mi vida han sido siempre compartir la música con esta actividad de la cocina y la panadería”.
R: ¿Cuál fue ese momento en el que te enamoraste de la guitarra y decidiste iniciar la vida de músico?
CA: Es algo que viene de la casa. Mi papá tocaba la guitarra, siempre la tocó para él, para sus hijos, para sus compadres, para la casa; es decir, nunca lo hizo profesionalmente, entonces en la casa siempre hubo una guitarra desde que yo nací.
Mis hermanos mayores tocaron la guitarra y yo crecí viendo a mis hermanos ensayar y bueno, a mi papá con la guitarra tocando boleros y mis hermanos con el rock and roll.
Al menor de mis hermanos mayores le tocó la época del hipismo mexicano, la época de Avándaro -1971-; él fue a Avándaro e hizo toda la ruta de ”la onda”, se salió de la casa chavo, fue un hippie con todas las de la ley, andaba rolando por todos lados, se hacía su ropa, etc, y llegaba la casa con discos y entonces él fue algo así como mi “gurú” en términos de música.
Después de esto pues me empecé a juntar con los amigos que también tocaban guitarra y me convertí en músico de banqueta; es decir, tocas afuera de tu casa, afuera de la escuela, andas con tu guitarra sacando las rolas que más te gustan y eso te lleva naturalmente a armar tu primera banda, a fusilarte las canciones que más te gustan y digamos que en este proceso, mi hermano el inmediatamente mayor, Víctor Arellano, él puso los libros en la casa.
R: ¿Recuerdas la primera vez que te presentaste ante el público?
CA: Sí recuerdo, digo, con la formalidad que pueden dar los diecisiete años, pero ya era un grupo con el que ensayábamos, que nos reuníamos. Sí recuerdo una primera tocada, no sé si era un cumpleaños; algún conocido nos invitó a una fiesta familiar en la Reforma y la 19 Sur, y fuimos a una casa. Éramos cuatro los del “grupito de rock” que nos dedicábamos a fusilar rolas de muchos de los grupos que nos gustaban en ese momento, y recuerdo que esa fue la primera vez que me presenté en público. No recuerdo si nos pagaron, generalmente uno “se calienta” y dice namás dame pa’l taxi y yo voy.
R: Cuando escuché por primera ocasión de Carlos Arellano, te identifiqué como “trovador” del Barrio del Artista; sin embargo luego me entero que eres rockero.
CA: Sabes qué es lo que pasa con este rollo de la trova, que de repente la trova se convirtió como en una “modita” no tan sólo en Puebla, sino en el país, con mucho “jale” entre los jóvenes y entonces, para mi fortuna, o sea no fue algo buscado, a mí me invita la gente que hace rock y también me invita la gente que hace trova.
Todo esto tiene que ver porque desde el lado de la trova como que escogen o les gustan mis lados más melosos, o sea, baladitas. Por el otro lado está un sector de gente que hace rock urbano, rock más acústico y que en algún momento se le llamó rock rupestre por Rockdrigo González, quienes me invitan.
Yo ya no conocí a Rockdrigo, yo me empecé a ir al DF como en el 87, pero toda la banda que tocaba con Rodrigo me adoptó; entonces en ese tiempo yo empecé a ser parte de los rupestres con rolas más acústicas de guitarra pero desde rock.
Por supuesto que me siento más rockero que trovero; es decir, la trova, con pocas excepciones, pues en general está de hueva, a mi me da muchísima hueva la trova, aunque hay unos cabrones que son buenísimos y no me molesta estar en lugares donde se toca trova…….
R: ¿Cómo trascenderías en la música?
CA: Mira, yo creo que sería seguir publicando. Yo tengo cinco discos publicados y para los tantos años que tengo, no tan sólo de vida sino también tocando, son pocos discos y tiene que ver mucho con esto que de repente la vida te lleva a estar haciendo pan y cosas o a estar en una oficina, y de pronto el ritmo de tu música, de tu producción y de tu material, baja.
Me veo haciendo pan para seguir financiando muchos proyectos y seguir construyendo cosas que estoy haciendo en mi casa. Es un rollo de generar una vida sustentable de muchos sentidos y por muchos lados.
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Entrevista con Carlos Arellano.
Porfirio Miguel Hernández Cabrera.
–Carlos, ¿cómo arranca tu carrera musical?
–Ora sí que es un asunto viejo. En el ‘94 cumplí veinte años de haberme iniciado en este rollo de empezar a hacer grupos. En el ‘74, cuando entré a la prepa, hice mi primer grupo, que se llamó Tortuga. Luego surgió una especie de moda por este asunto de recuperar los ritmos latinoamericanos, junto con una posición política en las canciones. Yo fui arrastrado por esta ola y me metí con varios grupos a esta onda –todo esto en Puebla–, y formé un grupo que se llamaba Nuevo Gallo, luego otro que se llamaba Teotonatli, aquellos nombres que se usaban. Era una cosa muy curiosa porque, a la par de estar tocando este género, seguía comprando mis discos de rock. Como yo seguía siendo rockero, aunque ejercitara otra música, tenía un afán por combinar la música que oía, que era rock, y este asunto. El último grupo en el que estuve en esa onda fue Nuevo Gallo –que duró como cinco años–, con el que al final de mi pertenencia empecé a fusionar cosas. De repente, la gente se empezó a abrir y a no ser tan dogmática, y más o menos como que gané la batalla entre estas dos vertientes. En el ‘83 trueno con el grupo, aunque éste sigue; regreso al rock como ejecutante, como músico, y junto con otros amigos formamos otro que se llamó Tierra Baldía. En el ‘84 dejo al grupo porque me voy ocho meses a vivir a España, en un viaje que es como mi recuperación como músico de rock. De hecho, desde mucho antes de entrar a ese grupo, y desde los anteriores, estoy haciendo mis canciones, y ya con Tierra Baldía gran parte del repertorio era mío. Me voy a Europa en el afán de ejercitar y mostrar mis canciones; se me habían juntado muchas porque siempre había sido parte de grupos. Regreso a finales del ‘84 y decido dedicarme de lleno a ser solista; me interesa cantar mis canciones y decido no cantar más las de otra gente. Canciones domésticas es el producto de un grupo de canciones que compuse al regreso de Europa. El disco lo hice a partir del apoyo de muchos amigos; los cuates me dijeron: “Oye, ¿por qué no las grabas?”, y yo: “Pero no sé cómo empezar.” Siempre el primer disco es muy difícil, no sabes qué puertas tocar, a quién le hablas, qué haces. Después de muchos apoyos, un amigo me dio lana para venir a grabar aquí en el DF, en un estudio de Antonio Russek, e hice un demo de esas canciones, nada más con guitarra. Con ese demo hice varias copias, una se la mandé a José Agustín, porque unos años antes lo había conocido en Puebla; otra se la mandé a Modesto López y otra a Memo Briseño. Hubo muy buena aceptación del demo con esas gentes, y el primero que me impulsó fue José Agustín, quien me dijo: “Oye, están suaves las rolas, pero por qué nos las arreglas un poco, las vistes más, les metes grupo como para venderlas ya más formalmente; así como están...” Entonces le hablé a Modesto y él me dijo: “Órale, le entramos”, y le hablé a Tierra Baldía y armamos el disco en una patada. Es muy chistoso porque, a la distancia, veo que el disco fue hecho a las totales carreras; lo grabamos en veinte horas, diez de grabación y diez de mezcla, y ahora que tengo un poco más de experiencia en esto digo que es una locura grabar así, pero creo que ganó en muchas cosas. Es un disco que ahora reivindico mucho por la frescura que tiene, a pesar de fallas de producción en general.
–De Canciones domésticas una rola que se escuchó mucho en la radio comercial del DF a finales de los ochenta fue “Nunca dejaré que te vayas”. ¿Cómo ocurrió esto y por qué no se te ha vuelto a programar?
–Es un caso muy curioso. Resulta que el disco salió y un día me dicen que la canción estaba sonando en la estación Espacio 59. Entonces, cada que venía sintonizaba la radio y varias veces la escuché; Fernanda Tapia me mandaba avisos, se echaba un rollito con alguna de sus locuras que siempre dice, por ejemplo: “Por ai le mandamos un aviso a Carlos Arellano, cuando andes por acá vennos a visitar.” Cuando por fin me conecté con Fernanda le pregunté que cómo había llegado el disco a sus manos, y ella nunca me supo responder, me dijo: “Bueno, llegó aquí, es parte del stock de la radiodifusora y yo no sé tampoco.” Entonces, bien a bien no sé cómo fue el asunto, fue un rollo muy natural; es decir, no hubo payola, la compañía nada pagó, yo no fui a entregarlo ni hablé con los directores de programación, fue un asunto sumamente fortuito. Creo que lo más lógico es que les gustó a los que programan, pero digamos que yo no moví nada más que las manos para hacer la canción y cantarla, y llegó sola ahí.
–Se podría decir que todo ese auge que había de “rock en tu idioma”, ¿de alguna manera contribuyó a que se te programara?
–Creo que sí, porque el tipo de programación de Espacio 59 respondía a eso, al auge que le intentaban dar al “rock en tu idioma”, como en ese momento lo publicitaban.
–¿Hasta dónde quieres llegar musicalmente?
–Mi conflicto está siempre en la supervivencia económica, también tengo conflictos a nivel de producir mejor mis discos. Uno de los problemas que tenemos los que andamos en este territorio de la marginalidad, es el de producir con mejor calidad. Espero que desde la independencia se puedan ir resolviendo estas cosas. Es decir, no es necesario estar en una gran compañía para hacer un disco competitivo a nivel de sonido, de calidad auditiva, y poder seguir haciendo realidad mis proyectos. Claro, a la par, estos caprichos siempre te van llevando, y ese es el gran problema, porque siempre se desfasa el lado económico, va por detrás. Además, conforme van pasando los años, te vas haciendo más viejo, el rollo del éxito se te va haciendo más lejano y hasta chance es sano ese alejamiento, desdeñarlo, ningunearlo, ese es un mecanismo mental medio extraño. Entonces, eso: seguir grabando, que se me sigan ocurriendo cosas.
El maestro Carlos Arellano (México, DF, 1957, pero “poblano por adopción”) es uno de los más vitales cantautores mexicanos independientes. A contracorriente del difícil medio musical, empezó a componer y a cantar sus rocanrolas y a moverse en los ámbitos de la marginalidad. Ha continuado creando su obra y luchando por difundirla entre quienes estén dispuestos a escuchar una alternativa alejada del simplismo y del comercialismo del gran circuito musical mexicano. A propósito de su primer disco, José Agustín escribió: “Con el brío del grupo o con los acordes de su lira, Carlos Arellano ha llegado a un espléndido inicio de carrera musical: dueño de su propia concepción del arte, fiel a su mundo más íntimo, talentoso en la composición, sabio con las palabras y rico en matices, su álbum Canciones domésticas [1987, Pentagrama] llega para fortalecer el dinámico y renovado rock mexicano.”
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Publicado en SOCIEDAD Viernes, 30 Septiembre 2016 05:24
Si no fuera tejedor de historias cantadas y contadas sería panadero: Carlos Arellano
Escrito por Mariposa Valladares
En entrevista para La Unión de Morelos, platica que su formación musical inició en casa porque su padre tocaba guitarra e interpretaba boleros; asimismo, sus hermanos mayores gustaban de hacer rock and roll. Todo ello fue la influencia clave para su formación, además de tomar clases esporádicas de música en la Escuela de Artes de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Sin embargo, recalca que sus mayores asesores son los músicos con formación académica que tiene la fortuna de tener a su lado para esos asuntos.
La vocación como tal fue heredada por su familia, pero su hermano Víctor Arellano (dos años mayor) es quien le inculcó el hábito por la literatura. “Él se convierte desde entonces, y hasta la fecha, en uno de mis tutores literarios”, menciona. A raíz de ello se juntan la música y la palabra para llegar a la canción en la vida del cantautor.
Sus letras están inspiradas en todo lo que le sucede, lo que ve, lo que lee, lo que desea. Carlos hace hincapié en que los temas de la canción son pocos y que los puntos de vista sobre ellos son infinitos.
Su táctica para hacer sentir al público con su trabajo es, básicamente, darle salida a lo que él piensa, cree y quiere. Si eso tiene cualidades estéticas para transmitir, lo conecta con el otro. En propias palabras del autor, “se transmite y se logra la complicidad necesaria para hacer de un hecho íntimo, un hecho público. Entonces el registro de lo que me sucede, es el registro de muchas otras personas”.
Si tuviéramos que mencionar un género (por decirlo de alguna manera) sería el rock, ya que escucha mucho rock y comenta que es su música fundamental, pero que en el camino ha aprendido a gustar de la música tradicional como el bolero y el folclor.
Sus mayores influencias son Bob Dylan, Álvaro Carrillo, Neil Young, Joan Manuel Serrat, James Taylor, Cat Stevens, Led Zeppelin y una larga lista que no acabaría por mencionar en estas líneas.
Su carrera artística lo ha llevado prácticamente a todo el país, participando en universidades, institutos de Cultura, cafés, peñas y bares. Participó en el primero y en el segundo Festival de Música Popular Mexicana en Los Ángeles, California, en 1991 y 1992.
Este último año fue becario del Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos con el proyecto “Poblanos en Nueva York: crónica y música a través de la radio”.
En 1995 compuso 13 canciones acerca de la física como parte de un proyecto pedagógico para los bachilleratos, auspiciado por la Secretaría de Educación Pública (SEP).
En mayo de 1999 y de 2002 presentó, en la ciudad de Nueva York, el espectáculo “Los que se van: canciones de la migración”.
Tiene siete discos grabados: Canciones domésticas (1987), El baile de las cosas (1990), Nada en su sitio (1994), En vivo en La Ciudadela (casete, 1996), La jauría (1998), Zombra 0 (2006) y TreintaÑeros(CD y DVD, 2016).
Carlos Arellano ve la vida a través de esta discografía de la misma manera que cualquier habitante del planeta, solamente que él consigna sus vivencias y opiniones a través de canciones.
- Arte adicional:
Portada reedición en CD (1994).
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Gracias :¬)
ResponderBorrar¡Gracias!...¡mil gracias!...hoy en día es difícil conseguir este material y otros tantos que haz subido con anterioridad, veo que eres una persona que ama la música, creo que tu intención de difundir nuestro acerbo musical y no permitir que se pierda en el olvido es correcta. Una petición: Tendrá en tu colección el disco de Crista Galli de 1993, si lo tienes y puedes subirlo se te agradecerá...y de nueva cuenta ¡Gracias! por todo el material que haz compartido.
ResponderBorrar¡Muchas gracias! ( ´ ▽ ` )ノ
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