Álbum: Tírame al corazón
Año: 1990
Género: Rock
País: México
Fuente de análisis: LP original (1990), CBS Columbia [DMN-463820]
Lista de canciones:
LADO A
1. Tírame al corazón
2. Hogar
3. No me dejes en Siberia
4. Territorios
5. Independencia y vida
LADO B
6. Esclava de la calle
7. No me presiones
8. Fugaz
9. Esquizofrenia
10. Dueña de mi esclavitud
Músicos:
Cecilia Toussaint - voz
Harvey Mason / Carlos Vega - batería
Chris Cameron / Ronnie Foster - teclados
Mike Thompson / Carlos Ríos - guitarra
Jimmy Johnson / Abraham Laboriel - bajo
Paulinho DaCosta - percusión
Paulinho DaCosta - percusión
Gerald Albright - saxofón
María del Rey / Isela Sotel / Kenny O'brien / Gary Stock Daly - coros
Producción: Ronnie Foster
Sobre el disco:
Sobre el disco:
Este es el octavo disco de la Cecilia y el segundo grabado con CBS, que para algunos no dirá mucho pero sí vale la pena mencionar que la grabación, arreglos y músicos de estudio fueron hechos con calidad y profesionalismo, en algún estudio de Los Ángeles. Finalmente una producción gringa, pero bien hecha. Los músicos por ahí vemos a Abraham Laboriel en el bajo, un buen músico de estudio y jazzista (hermano del rocanrrolero Johnny) y al brasileño Paulinho DaCosta en las percusiones, tengo la impresión de que en el solo de guitarra al inicio está el José Luis Domínguez (Q.E.P.D.), aunque no se le da tal crédito. El disco es la Cecilia, sonando bien, todo en su lugar un poquito pasados de limpieza, es decir le falta tantita "mugre" para sonar a rock de barrio, pero esto también es una opción diferente. Vale la pena escuchar este disco en su mejor calidad posible. Por otro lado las composiciones: 5 son del Jaime Lopez, una de Enrique Aiello, otra de Cecilia y dos brasileñas, una de Rita Lee compositora de profesión y fue cantante del grupo Os Mutantes (banda brasileña psicodélica de los 60’s), las traducciones de las letras a cargo de Jaime López,. Un disco de 1990, bien grabado bien tocado y muy disfrutable por su limpio sonido y buenos arreglos.
Incluimos el análisis que hace el buen Pingüino Elemental (no dejen de visitar su blogspot) a la canción "No me dejes en Siberia" del buen López:
Letra y música: Jaime López.
Intérprete: Cecilia Toussaint.
Disco: Tírame al corazón. Después grabó otra versión en su disco Acoso textual.
Mi corazón está a 50 grados bajo cero,
y siento el alma que me tiembla, lejos de tu fuego.
Celosamente, me encarcela esta piel de hielo,
y un luto más bien blanco ciega como sol siniestro.
Si vieras qué miseria… ¡No me dejes en Siberia!
Desde los pies a la cabeza soy un vil invierno,
y ya mi médula se hiela, y ando por los suelos.
Mi corazón está a 50 grados bajo cero,
y frígidas, filosas rejas, se me están hundiendo.
Hay frío en mis arterias… ¡No me dejes en Siberia!
Soy un eslabón perdido que nació a mitad de siglo:
mi destino es fronterizo.
Hazlo por los que se van, y más por los que aún vendrán:
no nos cuentes el final.
Y por lo que tú más quieras, mugre universal histeria,
¡no me dejes en Siberia!…
Mi corazón está a 50 grados bajo cero,
y siento el alma que me tiembla, lejos de tu fuego.
Celosamente, me encarcela esta piel de hielo,
y un luto más bien blanco ciega como sol siniestro.
Si vieras qué miseria… ¡No me dejes en Siberia!
¡No me dejes en Siberia!
¡No me dejes en Siberia!
¡No, no me dejes en Siberia!
Miseria…
¡No me dejes en Siberia!
¡No, no, no me dejes en Siberia!
¡No me dejes en Siberia!
¡No me dejes en Siberia!
¡No me dejes en Siberia!
¡No me dejes en Siberia!
¡No me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes en Siberia!
¡No, no, no!
¡No me dejes en Siberia!
En la vida de todo artista llega un punto crucial, una encrucijada en la que la elección podría diferir de la intención, y aun ser inconsciente: ¿estilo o estancamiento (y aun autoplagio)? El estilo es la voz propia, el sello que hace reconocible la pertenencia autoral de una obra. Pero el arte es originalidad forzosa, búsqueda continua. Entonces, ¿cómo pueden compaginarse ambos términos, si parecen contradecirse? Ese es el meollo del asunto, la piedra de Sísifo que los artistas tienen que combatir. Si el lugar común es el enemigo número uno del artista, el autoplagio es el enemigo interno, el más peligroso, justo por derivar de la incapacidad para la autocrítica descarnada, característica tan humana, tan extendida. Y lo peor es que esa búsqueda de un estilo también es trascendental. Es tan difícil conseguir esto, que desde mi punto de vista sólo un grupo de rock en la historia ha logrado que su material sea increíblemente diverso, y sin embargo, reconocible de su estilo: los Beatles, y por ese rasgo es que pienso que es el mejor grupo de la historia del rock. Me basta pensar en el que para mí es el segundo mejor grupo, Pink Floyd, para saber que, pese a todo lo que me gusta, ya una buena parte de su material se parece demasiado a otra parte del mismo. Y si sigo pensando en otros grupos, esto no sólo permanece, sino que aumenta, y ese es uno de los motivos más importantes para que uno los coloque en menor lugar en el análisis de su valía. Son pocos los artistas que toman la decisión más dura de su vida, en pro de la calidad de su obra: el retiro a tiempo, antes de caer en la repetición, el estancamiento y el autoplagio. En literatura, tenemos los dos máximos ejemplos en Juan Rulfo y Josefina Vicens, que sólo publicaron dos libros oficiales. Augusto Monterroso escribió una fábula dedicada a Rulfo, llamada El zorro es más sabio, en que un zorro escritor, presionado por todos para publicar algo nuevo, pensaba “en realidad lo que estos quieren es que publique un libro malo, pero como soy el zorro, no lo voy a hacer”. Rulfo mismo solía citar esta fábula cuando recibía esa misma presión. Y como zorro sabio, al considerar que no podía superar su obra, nunca más publicó. Pero esta extraordinaria lección de preponderancia de la obra sobre la persona, muy pocos la siguen. Por ello, los artistas que continúan creando tienen mayor riesgo de confundir estilo con repetición, y en esa lucha sólo algunos conseguirán obras rescatables.
Todo esto viene a cuento para analizar mejor el caso de Jaime López. En el post anterior vimos que la letra de Muriéndome de sed se fundamenta en la acumulación de elementos de un campo semántico, para crear una especie de alegoría, sobre la que fluye el tema de la letra. Y dijimos que este es uno de los rasgos que definen el estilo de Jaime López. Y basta comparar algunas canciones de distintas épocas para demostrar esto. Por ejemplo, El seguramente, de su primer disco, Roberto y Jaime. Sesiones con Emilia, rola en que el campo semántico de lo macabro fue el elegido. Como vimos, para Muriéndome de sed usó el campo semántico acuático y marino. Y en el caso de No me dejes en Siberia, López acude a un nuevo campo semántico: el del frío. Palabras y frases de relación directa, como “50 grados bajo cero”, “tiembla”, “hielo”, “invierno”, “mi médula se hiela”, “frígidas” y “frío en mis arterias”, más otras de relación más indirecta, pero innegable, como “lejos de tu fuego”, “luto más bien blanco”, “sol siniestro” y, por supuesto, “Siberia”, forman esta estructura semántica básica, sobre la que se incorporan los demás elementos narrativos y líricos que desarrollan el tema del frío propio del desamor y la soledad. Como podemos ver, es exactamente el mismo recurso que usa López en El seguramente y Muriéndome de sed. Pero, si bien forma parte de los recursos que Jaime ha utilizado, tampoco es invento suyo (nada es invento de nadie realmente, sino una forma nueva de procesarlo, utilizarlo o mezclarlo). Basta ver que esa misma herramienta del campo semántico la usan, por citar algunos casos analizados en ambos blogs, Real de Catorce en Polvo en los ojos y Botellas de mar, Guillermo Briseño en Suburbia madre, Carlos Arellano en En medio del mar, Francisco Barrios El mastuerzo en Prohibido, etc. Entonces, ¿Jaime López se estanca, se autoplagia, al repetir el mismo recurso, o simplemente explora y crea su estilo? No es sencillo responder. Me parece que, gracias a que este recurso va acompañado de otros (como figuras retóricas, juegos de palabras, diferentes narradores y personas verbales, etc.), que, a su vez, usa con matices diferentes, el estilo de Jaime López aún está dentro de los márgenes de lo plenamente logrado, del uso correcto de los recursos, a los que les ha sacado todo su jugo gradualmente, pero aún sin sobreexplotarlos. Pero reconociendo todo el valor de su extraordinaria obra letrística, igual es cierto que han aparecido ya ciertas reiteraciones peligrosas, que Jaime, como todo artista, debe evitar. Y como dijimos, para eso hay dos caminos: primero, la búsqueda inconforme, una vez más, y otra y otra, hasta el infinito. Y segundo, el más difícil: el retiro a tiempo. ¿Cuándo es pertinente seguir en el primero, y cuándo acudir sabiamente al segundo? Esa respuesta es la más difícil de todas para un artista. Y yo no puedo responderla por él.
Por ahora, las variantes que pueden darse en la parte musical (tanto en melodía como en armonía, arreglos, ejecución instrumental e interpretación) ayudan a evadir el estancamiento y el autoplagio. Si bien No me dejes en Siberia coincide en la tónica menor (y el uso de derivados semitonales) con Muriéndome de sed, debido a que de alguna manera tratan el mismo tema de la soledad, solemne y amargo, en No me dejes en Siberia no se desarrolla desde la garra y la desesperación de su velocidad rítmica, sino desde la melancolía. Esto porque la figura retórica del título (y, por tanto, principal) es la deprecación, lo que no ocurre con Muriéndome de sed. El ruego de No me dejes en Siberia es humilde, porque el protagonista está en un estado de mayor fragilidad, de dolor vivo, pero suave, golpeando lentamente. Es decir, en una agonía helada, paralizada, dado el campo semántico elegido, propia del sopor o aturdimiento que produce un dolor que ni se extingue ni aumenta exponencialmente, porque justo eso es el desamor. En cambio, en Muriéndome de sed es exaltación pura. En Muriéndome de sed es la aridez, la sequía del corazón. En No me dejes en Siberia es la parálisis por impacto del abandono. Esto explica que el arreglo de No me dejes en Siberia sea reposado, centrado en los teclados ambientales (sobre todo con sonido de cuerdas) y el piano, y con ritmo sincopado, y no el solo energético del requinto distorsionado y desesperado de Muriéndome de sed, con su batería potente y encendida (obviamente en ambos arreglos Jaime López no tiene nada que ver, pero de alguna manera la música de ambas canciones los provoca). Y si a esto le sumamos la voz de Cecilia Tousasaint, que en este caso escoge la suavidad y la hondura, en contraste con la garra de Eugenia León en Muriéndome de sed (lo que es curioso, porque, en general, sus estilos se dan en sentido exactamente contrario, lo que demuestra lo bien analizada que tienen la interpretación ambas cantantes), podemos ver que, si bien hay muchas coincidencias entre ambas rolas, se dan, asimismo, diferencias suficientes para valorar su parentesco como una manera de explorar el estilo, y no como falta de originalidad ni autoplagio. No obstante, la respuesta a la interrogante señalada antes, entre estilo y estancamiento, seguirá apareciendo mientras la obra de Jaime López, como la de cualquier artista, siga avanzando. ¿Ustedes qué opinan?
- Arte adicional:
LP lado A.
LP lado B.
FLAC: https://thinfi.com/2l24
ResponderBorrarHD(Parte1): https://thinfi.com/2l26
HD(Parte2): https://thinfi.com/2l27
HD(Parte3): https://thinfi.com/2l28
Gracias :¬)
ResponderBorrarHace algunos años tuve la oportunidad de platicar con Jose Luis Dominguez en el DIM lugar donde el era director, y justo el me comento que no era el guitarrista de este disco, puesto que lo que ellos querian era un sonido menos agresivo en la guitarra, habria que preguntarle a Cecilia si recuerda quien era el guitarrista de este disco. Saludos.
ResponderBorrarYa agregué la lista de los músicos participante en la publicación. Saludos.
Borrar¡Muchas gracias! ( ´ ▽ ` )ノ
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