Álbum: SOS en el bumpin
Año: 1975
Género: Jazz funk, Jazz latino
País: México
Fuente de análisis: LP original (1975), Discos Rex [RG 8085]
Género: Jazz funk, Jazz latino
País: México
Fuente de análisis: LP original (1975), Discos Rex [RG 8085]
Lista de canciones:
LADO A
1. Negra consentida
2. Piel canela
3. Buscaya da yada
4. El ausente
5. El amor es triste
LADO B
6. El rey
7. Vereda tropical
8. Pesadilla
9. Volver, volver
10. La Malagueña
SOS. Sociedad Organizada en Sonido:
Enrique Nery - piano, órgano, sintetizador
Rodolfo Sánchez - saxofones y faluta
Músicos:
Víctor Manuel Pasos - bajo eléctrico
Samuel Zarzosa - batería
Miguel Peña - guitarra
Jesús Millán - guitarra
Armando Hidalgo - percusiones
Rodrigo Pimentel - percusiones
Adolfo Sahagún - trompeta y bugle
Carlos García - trompeta y bugle
Enrique Sida - trombón
Daniel de los Santos - violín
Juanita Court - violín
Flavio Ursua - violín
Marcelino Ponce - viola
Víctor Manuel Cortés - cello
Sobre el disco:
The Bump es una forma de baile popular introducida en la década de 1970 en los Estados Unidos. Dos parejas, generalmente un hombre y una mujer, chocan sus caderas al ritmo de la canción. A veces, el baile puede ser más sugerente, con la bailarina golpeando su cadera contra la entrepierna del bailarín.
Renunciar al Funk con el Bump. Johnny Spruce introdujo el Bump, que rápidamente se convirtió en una moda de baile en los años 70. El Bump se impuso con la canción «Lady Bump» de Penny McLean. La canción más memorable de los años setenta asociada con el Bump es «Give Up the Funk» del Parlamento. Tina Turner también usó el Bump con su canción «Nutbush City Limits». El Bump es uno de los bailes más fáciles de los años 70; no requiere muchos pasos de baile complicados. Simplemente requiere estar de pie al lado de su pareja de baile y chocar las caderas.
- Sobre Enrique Nery:
Pianista de ejecución impecable, lo mismo fue aprendiz que maestro, solista que acompañante y arreglista que intérprete; lo mismo produjo material comercial que obras convertidas hoy en referentes históricos de la música mexicana; lo mismo dio vida a una pieza de jazz que a una sinfonía, un bolero, o un tema de mariachi. Él fue Enrique Nery.
El compositor, arreglista, intérprete y uno de los representantes más importante de las notas sincopadas en el país nació en la Ciudad de México, en 1945. Hijo y nieto de músicos, desde muy pequeño desarrolló sus habilidades musicales con un acordeón que, años después, cambiaría por las 88 teclas de un piano.
En 1957 ingresó a la Secundaria #26, entonces incorporada al Conservatorio Nacional de Música en donde, por el plan público de estudios que por aquella época aún incluía formación musical, pudo desarrollar el talento que los genes le concedieron. Poco tiempo después, a Nery se le encontraba ya tocando junto a su hermano en algunos lugares públicos de la desde-entonces-bulliciosa capital.
Luego de un par de años de vivir bajo las luces nocturnas de la ciudad, y aún sin cumplir siquiera la mayoría de edad, consiguió codearse con los grandes de la música comercial en el país. A principios de la década de 1960 se incorporó a las orquestas de Pablo Beltrán Ruiz y Dámaso Pérez Prado ⎯con ésta última realizó una gira por Japón, Portugal y Sevilla⎯; igualmente, tuvo la oportunidad de tocar junto al mismísimo Mario Ruiz Armengol ⎯con quien su padre, saxofonista, colaboraba también varios, varios años atrás.
Durante la primera mitad de la década de los sesenta, un movimiento de rock proveniente de los EE.UU. permeó en México. Cientos de bandas vieron la luz en medio de una nueva tendencia que parecía abarcar al interés del público e, incluso, el de los propios músicos. Sin embargo, Nery nunca estuvo atraído ⎯ni contemplado [«por fortuna», decía él]⎯ por la idea de formar parte de alguna de las agrupaciones que representaron al fenómeno de los «rebeldes». En plena juventud, alejado de la tendencia prefirió llenar sus oídos con las notas de músicos como Oscar Peterson y, principalmente, Bill Evans.
«Introvertido y culto, Bill Evans estaba como tocado por la mano de Dios», llegó a afirmar. Para Nery, el impresionismo en el jazz aportado por el pianista estadounidense fue vital para la formación de un nuevo género en nuestro país. Fue, sin duda, su más grande influencia.
La música ocurre. «El bohemio del bigote» regaló su magia a muchos de los intérpretes más importantes ⎯y comerciales⎯ que ha visto nacer el país. Sin embargo, como todo músico, saboreó también lo amargo de las profesiones canalizadas al arte. Las oportunidades, el trabajo y las ganas comenzaron a faltar. Parecía que nada se daba, que nada ocurría. En aquel momento, sin embargo, encontró en la música un refugio que le reafirmó el porqué de su vocación, de sus esfuerzos y de su paciencia. Fue también ése el momento en el que, al ver que lo único que podía hacer ante la adversidad era seguir creando música, compuso una de sus más emblemáticas piezas: «Even so».
Un jazz bien mexicano. La relación política–música ha sido desde siempre controversial. Para Nery, ambos temas eran dos cosas que pertenecían a universos distintos. Consideraba fundamental la labor de abstracción de los músicos, la de concentrarse en la misión de hacer crecer al arte por el arte mismo. «No se trata de una misión heroica, sino de un esfuerzo de introversión», creía. Sin embargo, Nery nunca estuvo completamente desconectado de su contexto: aprovechó cada una de sus circunstancias para lograr que el país en el que «hemos llegado tarde a todas las cosas» pronto se sumergiera en las novedades artísticas que eran abrazadas ya por otros países.
Impulsado por esa motivación, Enrique Nery dedicó gran parte de su vida ⎯y su obra⎯ no sólo a promover el género, sino a formar nuevos músicos, a vincular generaciones y, principalmente, a darle una identidad propia al género del jazz en México. Nery describió su labor así: «Retribución. Retribución a la tierra, a la música, a mis padres. No me mueve más nada».
Porque enchinaba la piel, porque no tenía etiquetas; porque fue el eslabón que unió generaciones, géneros y muchas inspiraciones, Enrique Nery fue una de las grandes estrellas que quedaron por siempre grabadas en la historia de la música y las artes de nuestro país.
- Sobre Rodolfo “Popo” Sánchez:
En esta ocasión dedicamos nuestro jardín sonoro a reconocer la trayectoria del destacado multi-instrumentista Rodolfo “Popo” Sánchez; figura esencial dentro de la escena del jazz en México. Nacido en Uruapan, Michoacán, en su más de cuarenta años de trayectoria artística, “Popo” Sánchez ha tenido la oportunidad de alternar con jazzistas de la talla de Mario Patrón, Chilo Morán, Tino Contreras, y con músicos de otras latitudes, como Dave Brubeck, Bill Evans, Paquito D’Rivera, entre muchos otros. También cabe la pena destacar su faceta como director y arreglista de importantes orquestas, entre las que destacan la Orquesta Sagitario del Estado de México y la Orquesta Primavera del estado de Oaxaca. Además, ha formado parte de las agrupaciones Yasu, Lucifer, el Quinteto Polifonías y la Sociedad Organizada en Sonido.
Se trata de un compositor, arreglista, músico y director, cuya carrera ha sido una de las más grandes aportaciones a la música y al jazz mexicano, desde los años 60. Popo nos platica en esta entrevista los hitos de su admirable trayectoria.
El descubrimiento de la libertad. “Llegué a la CDMX y había una compañía de variedades. Iba cada noche, tenía 15 años, tenía problemas de acceso al lugar. El sindicato de músicos tuvo que apoyarme para que me dejaran trabajar, yo necesitaba el trabajo. Para esto, yo nací en Uruapan, Michoacán. Tuve la oportunidad de ingresar a la Escuela Nacional de Música; de ahí ya me empezaron a conocer, me invitaron a la grandes orquestas como la de Luis Alcaraz…
De pronto me di cuenta que existía el jazz, y que el jazz me permitía ser más libre en mis expresiones, que no me sujetaba a una partichela; la libertad es un privilegio de todo ser humano y esto me permitía ser libre musicalmente. Me introduje al jazz y de ahí no me saldré hasta que se me acabe la cuerda”.
El jazz de los años 60 en la CDMX. “En Uruapan me di cuenta de pronto que había ciertas limitaciones, no había más que hacer musicalmente. Tocaba en una orquesta, pero ya era todo. Fue cuando emigré al DF, me apreté el cinturón, un cambio drástico. Me metí a una tienda de discos y encontré el nombre de Charlie Parker, Paul Desmond en otro disco que decía jazz. Los compré. Me di cuenta de un mundo nuevo, infinito, cómo improvisaban en sus respectivos estilos, y más cuando escuché en vivo músicos en la CDMX, me di cuenta que ese era mi mundo.
Estamos hablando de los años 60, en los que proliferaban lugares de jazz, cafés, músicos muy valiosos que tocaban a un súper nivel, llegaban músicos de EU y se sorprendían de escuchar. Existían un lugar que se llamaba La Rua, estaba frente a Bellas Artes; otro jazz club que estaba en Sullivan, y Rivus Bar, que estaba en Insurgentes. Muchísimos más, cafés en la Condesa. Semíramis, en Lázaro Cárdenas…
Hubo músicos para mí que fueron los iniciadores del movimiento jazzístico en México. Fueron Hector Hallal “el Árabe”, Chilo Morán, excelente trompetista; Mario Patrón, pianista de leyenda; Tomás Rodríguez, Victor Ruíz Pasos, más famoso por “Vitillo”; Al Zúñiga, pianista; Juanito Ravelo, Mario Contreras, Tino Contreras…; muchos que tocaban en big bands, en ese tiempo se les llamaba “orquestas” simplemente, pero tenían la dotación instrumental de una big bang.
En esos años también llegaban músicos de Tijuana, que era un centro jazzístico muy importante, porque ahí cruzaban muchos músicos de San Diego, y mexicanos se iban al otro lado. Había una influencia muy fuerte. Lo mismo sucedía en Ciudad Juárez, otro lugar de donde surgían músicos importantes que vinieron a México. Eran las dos ciudades, después de la CDMX, en donde se expandió el jazz”.
¡La creatividad hace al jazz! “Algunos opinan que el jazz llega a México como oleadas, pero yo pienso que el jazz siempre ha estado. Ahora está la fiebre de las big bands que proliferan por toda la república. La única pregunta que me queda es si esos músicos están bien preparados o si solamente tocan los números que les toca, eso no es todo. Los músicos jóvenes deben prepararse para ser músicos sólidos, que puedan tocar en cualquier parte, no solamente lo que tienen puesto en su grupo. El jazz va más allá de lo que muchos piensan, hay que prepararse primero.
Las raíces del jazz son: El conocimiento de la música: cifrados, estilo, historia…; el dominio del instrumento, sólo se adquiere con métodos que dan la técnica, no solamente tocando lo que se aprende; y la tercera, que es la más difícil: la creatividad, la imaginación, esa no te la enseñan en ninguna parte, esa la traes o no la traes, traes poquita o traes muchísima, eso es realmente el jazz. Que no se sorprendan si se salen de su big band y no pueden tocar en cualquier otro lado. No vas a ser músico de sólo un grupo. Es como decir ‘yo solamente leo en mi libro. Sé leer, pero solamente mi libro’, es comparable”.
Estudié armonía, instrumentación y arreglismo, y mi primer trabajo fue haber compuesto, grabado y dirigido la música de los documentales promocionales de las Olimpiadas que se realizaron en México en el 68. Esos se proyectaron en todo el mundo”.
Toqué con grandes artistas como Bill Evans, Paul Desmond, con Brubeck. Fue en el primer festival internacional de jazz realizado en la CDMX en 1971. Todos los grupos me invitaban a participar con ellos. Tuve la oportunidad de alternar con uno y con otro. Trajeron gente como Thelonius Monk. Grabé un programa de televisión con Paquito D’Rivera, otro especial con Barry White y muchos más.
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¡Muchas gracias! ( ´ ▽ ` )ノ
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