Cuca - La invasión de los blátidos

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Artista: Cuca
Álbum: La invasión de los blátidos
Año: 1992
Género: Hard Rock
País: México
Fuente de análisis: CD original (1992), Culebra / BMG [743211191326]

Lista de canciones:

 1. Cara de pizza
 2. El son del dolor
 3. El mamón de la pistola
 4. Hijo del lechero
 5. Don Goyo
 6. La pucha asesina
 7. El rap de dar
 8. Implacable
 9. Qué chingaos
10. Necesito cirugía
11. Me vale madre
12. El moralizador


Integrantes:
Nacho "El Implacable" González - batería y bar
José Fors - voz
Carlos Avilez - bajo
Galileo Ochoa - guitarra


Sobre el disco (por Xavier Velasco, El Nacional (1992)):

Mucho se habla de Cuca. Que si tuyo es el éxito subterráneo más memorable de Jalisco. Que si su demo -una cinta grabada y regrabada por los fans en proporciones soviéticas- llegó a ser tan popular en Guadalajara como una Trinitron en Tokio. Que si los 4 miembros de la banda son los fornicadores más reputados de Tlaquepaque, solamente unos expertos ladrones de gallinas. Ninguna de las exageraciones populares en torno a esta banda debe ser cierta, pero sin duda todas son verosímiles. Estamos, señores rockeros, señoras libertinas, jóvenes amantes de Manuela y señoritas poseídas por el morbo, frente a la banda más cojonuda del territorio nacional. No es su amigo y humilde narrador un exagerado, como tampoco lo son todos aquellos ciudadanos que han optado por seguir a Cuca. Si alguien aquí ha incurrido en la incomprendida virtud de la exageración, esa es Cuca.

Hace unos meses, como en este espacio quedó entusiastamente consignado, cayó en mis manos una cuarta, quinta generación del codiciado demo de Cuca. Como esas morras que premian las ansias de sus enamorados con un lengüetazo en la campanilla, la rolada cinta de Cuca púsome contento y venenoso. ¡Cuál no sería la calentura espiritual de su amigo y humilde narrador cuando, meses después, tuvo entre orejas La invasión de los Blátidos, primer álbum de Cuca, y casi simultáneamente, llegole a la banda en vivo!

Cuca: una banda tan sincera como una urgencia glandular, tan necesaria como la seña manual con la que uno le pinta mocotes al prójimo, tan convincente como una patada bien puesta en el Arco del Triunfo, tan divertida como los mejores chistes herejes, tan estridente como el taladrito de dentista y no menos talentosa que esas mujeres cuyos solos labios pueden despojarnos de todos nuestros bienes muebles e inmuebles.

Escuchar La Invasión de los Blátidos después de haber vivido 30 semanas con el puro demo es un salto cualitativo equivalente al de cambiar el billar de bolsillo por las lagartijas: uno prueba los colores y las texturas que antes sólo la imaginación y el deseo pudieron proveer. Si previa y fácilmente aprendimos las letras de cada una de las canciones, ya nos toca gozar de los sonidos. Como los mejores irreverentes, Cuca se pitorrea del mundo con el talento y el oficio propio de aquellos creadores ambiciosos de satisfactores estéticos. Por eso es que, en su caso, lo que menos importa es el número de monjas y viejitas que estos respetables señores puedan espantar; impecables instrumentistas y consumados pecadores, su trabajo es el de asustar al mismo Diablo y por supuesto a nosotros, que acudimos a presenciar su espectáculo con el ánimo del adolescente cundido de barros que merodea la taquilla burlesque. Cuca es, efectivamente, una banda sexual. Su más ferviente seguidores son gente que copula y chupa y baila y se desvela y únicamente se da golpes de pecho con el(los) pecho(s) de su(s) amante(s); gente que acostumbra mentir sólo cuando está frente a un policía. Originalmente, todo el rocanrol -y el blues, y el jazz, y el quehacer artístico en general- tiene que ver con esta forma de vida, inaceptable para los mojigatos que jamás osan hacer aquello con lo que sueñan. De ahí que Cuca, tanto en lo relacionado con bajeos, requintos, batacazos y calidad vocal como en el intenso concepto que le dio vida,  surta y garantice aquellas taquicardias que los estériles y los primitivos nada más pueden anunciar.

La Invasión de los Blátidos, álbum producido por el único músico mexicano capaz de seducir morras a base de albureadas, devela los talentos particulares y generales de una banda integrada por forajidos y traficantes de anarquía, hijos bastardos del blues y seriamente aficionados a esa clase de rock ácido cuya mayor garantía está en el seguro escándalo que causará entre todas las personas que a diario nos matan, pero de güeva.

¿Qué chingaos es la vida?, se pregunta Cuca con la misma insistencia que desveló a Sócrates, llevó al panteón a Rimbaud y forró de billetes a Xaviera Hollander. Su respuesta es uno de los más coleccionables paquetes de rolas con los que un rockero libertino puede hoy por hoy toparse; 13 rolas que prohíben la indiferencia, especialmente tratándose de aquellos tímpanos discriminantes que siempre se las arreglan para agasajarse con los sonidos que habitan detrás de las palabras.

La Invasión de los Blátidos no ha podido albergar a todas las creaciones de la banda pero ello, lejos de ser frustrante, resulta esperanzador, porque es claro que aquí el futuro existe, que los cucófilos estamos ganosos de más, más, más Cuca y que cuando lleguen a decirnos que ahí viene el segundo álbum, el disco en vivo, el video, los condones oficiales o la pomada contra ladillas voladoras marca El Blátido lo creeremos todo, tal como a ciegas uno confía en que el paraíso existe bajo las tarzaneras de una encueratriz meritoria.