Buscar en este blog (recuerda los acentos, cuando los lleve):

jueves, 22 de febrero de 2018

Santa Sabina - Santa Sabina

Artista: Santa Sabina
Álbum: Santa Sabina
Año: 1992
Género: Rock
País: México
Fuente de análisis: CD original (1992), Culebra / BMG [CDM-3359]

Lista de canciones:

 1. No me alcanza el tiempo
 2. Azul casi morado
 3. Gasto de saliva
 4. Vacío
 5. Siente la claridad
 6. A la orilla del sol
 7. Qué te paso
 8. Chicles
 9. Mírrota
10. Sueño de agua
11. Partido en tres
12. Yo te ando buscando
13. Labios Mojados


Sobre el disco (por Helios Rodríguez):

Es el primer álbum de larga duración de la banda capitalina Santa Sabina, en ese entonces conformada por Pablo Valero en la guitarra, Alfonso “Poncho” Figueroa en el bajo, Patricio Iglesias en la batería, Rita Guerrero en la voz, y Juan Sebastián Lach en el teclado (el músico Jacobo Liebermann anteriormente ocupó ese puesto durante los primeros años), producido por el ex caifán Alejandro Marcovich. En general, es un compendio sonoro que se debate entre la luz y la oscuridad, pero de manera congruente. Casi todas las letras fueron compuestas por Rita Guerero (excepto donde se indicará). A su vez, es un coctél de estilos musicales que confluyen inteligentemente como un todo.  A continuación, un análisis corte por corte:

- “No me alcanza el tiempo”, la cual abre el disco, es un amigable funk, donde pareciera que el piano es el protagonista; se enreda y entrelaza con la voz que entona una letra “trabalenguas” que habla sobre lo imposible que puede resultar el conocer a otra persona para acercarse más a ella, comparando su personalidad interior con el mundo experior.

- Las líneas electrónicas de teclado en “Azul casi morado” –elegida como su primer sencillo promocional- ponen el ingrediente agridulce a esta pieza, que si se quisiera definir en un estilo musical, podríamos nombrarle como “dark-pop” y la letra trae consigo una temática más sobre el conocer la personalidad intrínseca del prójimo, sin embargo, visto como algo absurdo, superfluo y frívolo, mirándolo desde un vaivén de gente (camellos anaranjados), evocando paisajes urbanos. Los toques de saxofón (instrumento hasta este momento “invitado” en su alineación), dan una insinuación callejera y nocturna.

- Posteriormente un rap-funk en gama tonal oscura (dicho así por la mezcla de la entonación del texto y la funcionalidad musical que va del funk al rock),  se entreteje una leyenda urbana de la Ciudad de México; apariciones de espíritus de niños perdidos, entes alados (llámese serafines) y el boca en boca de dichas insinuaciones espectrales. Todo ello incluido en la tercera canción llamada “Gasto de saliva”, escrita por Luis Figueroa, el hermano de Poncho, el bajista.

- “Vacío” tal vez sea la mayor manifestación de visceralidad expuesta en este álbum; con una letra fatalista y existencial; existencia mal encausada, pesadumbre de vivir y caos interno; y un arreglo musical melancólico. Lenta, tenebrosa, reptante y sigilosa.

- El siguiente tema se llama “Siente la claridad”, en donde exploramos por primera vez en este recorrido musical, la luminosidad. La letra es esperanzadora y grita en voz alta “despierta”, “muévete”, “sal, no te quedes ahí”. El ritmo es importante, pues genera frenetismo en tintes de jazz.

- Sirva el tema anterior para llegar a la cúspide luminosa de este álbum. “A la orilla del Sol” nos lleva por caminos oníricos, espiritualidad y apertura mental, ver desde otras perspectivas todo aquello que no conocemos, es quizás lo que nos quiera comunicar en su lírica. Es la primera letra que la escritora Adriana Díaz Enciso otorgó a Santa Sabina. En cuanto a la base musical, abre con un empuje de armónica tipo blues, pero después, los manejos de teclado, guitarra y batería, hacen recordar el new wave ochentero.

- Cosa distinta en “Qué te pasó”, que es otra pieza funk, que resuena con gran intensidad y fuerza en el bajo, con un teclado incisivo, tonada bailable, acordes de guitarra fluidos, una letra que inspecciona cicatrices del pasado, donde a su vez la voz funciona al inicio y al final, como un instrumento más.

- “Chicles” es explosiva y breve, se deja escuchar una melodía veloz y una letra casi infantil, es el momento más lúdico dentro de este recorrido, data de los inicios de la banda y fue compuesta David Hevia, director de la puesta en escena Vox Thanatos, obra en donde los primeros integrantes del grupo se conocieron hacia 1988. La voz se torna burda y en momentos chillante.

- Como si se tratase de otra ola oscura dentro de este plato musical, se eleva el tema instrumental-vocal “Mírrota”, que demuestra brutalidad en cada uno de los instrumentos que se ejecuta; las líneas en el teclado exclaman simulaciones tanto de viento como percutivas; la guitarra irrumpe con violencia. La voz, que se mezcla esta vez sin letra, transporta al escucha a episodios de dolor y placer entre gritos y gemidos.

- Otro lapso luminoso de erige en “Sueño de agua”, que como el nombre sugiere es una mezcla de sensaciones que fluyen pacíficamente en un rock alternativo, florido, adornado con toques jazzísticos de saxofón. La letra enmarca dudas personales, memorias diluidas y vestigios de algún amor que quedan en el alma.

- La tranquilidad anterior, contrasta con la siguiente pieza, podría decirse que es la más punk del disco; esquizofrénica y ruidosa, una guitarra poderosa que nos golpea llevándonos a un estado de ansiedad, entre gritos, alaridos, risas delirantes, y una letra filosa, como el nombre indica “Partido en tres”.

- Casi al final del recorrido, encontramos un anuncio de feria: “la cabeza sin cuerpo”, un fenómeno de circo, pronunciado por un teclado festivo. “Yo te ando buscando” es la continuación de ese espectáculo, casi cabaretezco. La letra cuenta un romance interrumpido por dudas: “estás o no estás”… después la tonada cambia y se vuelve rápida, muy cercana al ska.

- El disco cierra con una interpretación de un texto del filósofo existencialista Jean Paul Sartre tomado de su libro célebre “La Náusea”. En esta pieza titulada “Labios Mojados” se critica el pensar por pensar, el ver a la existencia como imperfecta, la vulgaridad del ser, y la búsqueda del dolor como placer mismo (más si es ajeno). Los acordes recuerdan escenas de cine de terror antiguo, por la forma en la que se ejecuta el teclado, mientras la voz declama poéticamente, pero en forma chillante y susurrante, jugando con tonos operísticos a momentos.

Después de sus primeros 3 años de deambular en los escenarios, Santa Sabina entregó este compendio. Para ese tiempo muchas canciones se compusieron, pero estas trece fueron las seleccionadas. Ahora ya muchos conocemos temas inéditos previos a este trabajo, tal vez a muchos nos hubiera gustado escuchar aquí a “Nos queremos morir” (incluida en su segundo álbum, Símbolos, de 1994), “Rinoceronte”, “No razones más”, “Samuel”, “Después de muerto”, etc. O incluso, tal vez, este simplemente no debió ser el primero. 

5 comentarios:

Buscar en este blog (recuerda los acentos, cuando los lleve):